Volvemos a estar por aquí para
escribir la última actualización desde el Lake Paringa, ya que el viernes nos
vamos a Omakau, en Central Otago.
Pasadas ya dos semanas desde
nuestra llegada a Lake Paringa podemos decir que hemos hecho unas nuevas amigas.
La verdad es que no nos costó nada iniciar esta relación, al contrario. Son
famosas en Nueva Zelanda, sobre todo en West Coast (también llamada, como nos recordó
Òscar, Wet Coast).
Investigando un poco resulta que
también son famosas en el mundo entero, pero por algún motivo aquí se lo tienen
muy calladito (algo parecido a lo que hacen en París con la lluvia). En fin,
nuestras nuevas amigas son las SAND FLIES. ¿Las Spice Girls de las antípodas? No.
Son la variedad neozelandesa de mosca negra.
Podéis buscar en Internet, la Encarta
(qué tiempos aquellos) o la Enciclopedia Salvat alguna definición y descripción
científicamente aceptable de lo que es la mosca negra de Nueva Zelanda. Por lo
que respecta a nosotros las sand flies no deberían ver un nuevo amanecer.
Son una especie de minimoscas alargadas
y violentas como un chihuahua desequilibrado que necesitan nuestra sangre para
poner huevos, como lo mosquitos, pero que no pican como ellos, sino que muerden
y chupan la sangre que brota a borbotones (una gota pequeñita) de la herida. La
parte positiva de su mecánica de picado es que no pueden morder a través de la
ropa, por lo que si vas abrigado sólo debes preocuparte de las manos y la cara.
La parte negativa es que la picada duele, por eso de que muerden, y pica un
montón; podemos decir que piquiduele mucho.
Las sand flies están presentes en
todo Nueva Zelanda pero en la costa oeste (West Coast y Fiordland sobre todo)
hace años que han alcanzado el nivel de plaga. Se reproducen en lugares húmedos,
cerca de lagos o de la playa y en las proximidades de los bosques
semitropicales. Aquí tienen de media 700 mm de lluvia al mes, estamos a las
orillas de un lago enorme, a diez minutos de la playa y rodeados de bosque
semitropical. Buen caldo de cultivo.
Afortunadamente las sand flies
alcanzan la madurez reproductiva antes de desarrollar algo parecido a un
cerebro así que no es difícil ajusticiarlas. Otra característica curiosa de
este error de la naturaleza es que la noche las confunde: mientras un motón de
insectos intentan entrar en la casa al anochecer, ellas intentan salir y acaban
suicidadas contra los cristales de las ventanas. Por las mañanas hay que
limpiar centenares de cadáveres con el aspirador, que por cierto se llama
Henry, así que ya os podéis imaginar a quién le toca usarlo.
Como una imagen vale más que mil
palabras ponemos un par de fotos de las piernas de Marina.
En una de las excursiones que
explicamos más adelante había que cruzar un río a las bravas: al ir nos
quitamos las botas y los calcetines, nos arremangamos los pantalones y
cruzamos. La experiencia fue algo parecido a la primera media hora de “Salvar
al soldado Ryan”, donde se representa el desembarco de Normandía. A la vuelta,
escarmentados, decidimos que íbamos a ir más a las bravas todavía y pasamos sin
quitarnos las botas, únicamente nos arremangamos los pantalones durante unos
dos minutos para cruzar la parte más profunda. Yo, al ser mosquito paranoico
tengo práctica en minimizar los riesgos de ser picado: crucé moviéndome como si
tuviese pulgas en los calzoncillos, gritando como una folclórica a la que le ha
abandonado su torero y fui rapidísimo. Marina, al no tener problemas con los
mosquitos no ha desarrollado de forma adecuada su instinto de supervivencia
mosquitil. Ahí están las secuelas.
En otro orden de cosas, hace unos
días tuvimos un tiempo muy ventoso en la zona del lago Paringa. Teníamos
pensado pasar la tarde viendo películas en la habitación (la hija de Ken y Mata
suele viajar a Bali por trabajo y acostumbra a traerles un motón de DVD, lo que
Ken llama nuestras “English lessons”) hasta que Ken nos sugirió que fuésemos a
la playa ya que ahí habría más viento y el estado del mar (Tasman Sea) sería
interesante.
Fuimos a la playa de Ship Creek.
El viento era tan fuerte que levantaba la arena de la playa y el agua del mar
de tal modo que parecía niebla.
El mar, en ocasiones azul, verde,
negro… era blanco y la espuma era tan densa que al tocar tierra se separaba del
agua y quedaba en la orilla como si fuese nieve.
Para estar más o menos a gusto
había que ir tapado completamente ya que los granos de arena golpeaban con
mucha fuerza. Anorak, gorro, buff, gafas…
En cuanto a lo de hacerse fotos…
no era misión imposible pero sí misión difícil. El viento era tal que
dificultaba las tareas tanto del modelo como del cámara. Así la escena era uno
de los dos intentando estar quietos delante de las olas y el otro intentando
mantener la cámara quieta para que la foto no saliese movida.
La verdad es que Ken tenía razón,
como siempre, pero el viento era tal que no pudimos estar ahí más que diez
minutos.
En cuanto a actividades más
mundanas, hemos salido a pasear por la carretera. Pues menuda gracia, ¿no? La
verdad es que lo divertido es que Ken nos hizo tomar precauciones porque dice
que aquí la gente conduce muy mal.
En referencia al kayak (¡Es un
palíndromo!) seguimos saliendo por las mañanas, a veces incluso antes de que la bruma nocturna se disipe. Somos unos
valientes.
Hace unos días unos cazadores que
se alojaban en el lodge nos comentaron que había una excursión muy interesante
justo antes de llegar a Fox Glacier. Consiste en seguir el curso del río
Copland hasta un refugio del DOC (Departamento de Conservación de Nueva
Zelanda) que está al lado de unas fuentes de agua termal, justo en la falda de
la sierra del monte Cook.
Nos comentaron que en principio
se tarda siete horas en llegar al refugio, pero que si íbamos rápido se podía
hacer en menos tiempo; además, dijeron, como sigues el curso del río el
trayecto es bastante llano. Lo que hace la gente, los que saben que esto existe
porque no lo publicitan nada, es ir, dormir en el refugio y volver al día
siguiente.
Es difícil tener un día de sol
por estos lares así que nosotros, valientes, decidimos que haríamos la
excursión en un solo día. Esto también nos facilitaba la combinación con el
trabajo en el lodge.
El día señalado por la buena
meteorología nos levantamos prontito, cogimos los bocatas y nos dirigimos hacia
el río Copland.
Al llegar al aparcamiento nos encontramos
con advertencias sobre posibles crecidas de los afluentes del Copland, diversos
tramos con desprendimiento de rocas, zonas imposibles de salvar si llueve… todo
esto aderezado con la señal en la que especifican que el trayecto es de 17 km y
que se tardan 7 horas en recorrerlo. Nosotros teníamos que hacer los 17 km de
ida, bañarnos en las fuentes de agua termal y hacer los 17 km de vuelta.
El camino fue espectacular;
siempre bordeando el río pero sólo viéndolo en ocasiones.
El agua del río era de un azul
muy intenso, fruto de la gran cantidad de sedimentos que los glaciares generan
y los ríos recogen. Dichos sedimentos son muy finos y los hay en tal cantidad
que trabajan a modo de espejo y reflejan el cielo, por eso en un día soleado el
río es tan azul.
En cuanto a la cantidad ingente
de riachuelos afluentes del Copland, los hay que hay que pasarlos a las bravas
y los hay que hay que pasarlos… con valentía. Los afluentes anchos o muy
angostos se cruzan mediante cuatro cables de acero envueltos por una malla,
todo eso formando algo más parecido a un paso tibetano que a un puente colgante
en condiciones.
La verdad es que cruzar esos
puentes te hace sentir un aventurero y eso está muy bien.
Después de casi cinco horas de
caminar a paso de legionario llegamos al Welcome Hut, que es donde están las
aguas termales. Como lo normal es hacer noche allí, cuando llegamos nosotros no
había nadie así que tuvimos las piscinas para nosotros solos… y las sand flies
también.
Hay varias piscinas naturales
cuyo lecho es de fango muy fino y claro. El agua estaba prácticamente hirviendo
en algunas y muy caliente en otras. Marina fue metiendo el pie en todas las
piscinas hasta que encontró una cuya temperatura era tolerable y allá se quedó
como Jesusa Gil, sin las Mama Chicho por eso.
Yo soy algo más sensible al agua
a punto de hervir así que me costó algo más meterme, de hecho estuve a punto de
no bañarme, pero después del tute para llegar hasta ahí…
En fin, nos bañamos unos diez
minutos siguiendo las indicaciones de seguridad de no meter la cabeza debajo
del agua a menos que quisiéramos coger meningitis, en medio de montañas nevadas
de la sierra del monte Cook y al lado de un río glaciar. No está mal, ¿no?
La vuelta pretendíamos hacerla al
mismo ritmo de marchadores nórdicos dopados pero nuestras drogas (muesli con
yogur) no darían ni para el Prólogo del Tour, así que volvimos mirando el
paisaje, por eso de disimular el cansancio…
Esta tarde Mata nos ha llevado al
centro espiritual de su tribu (es maorí) en Bruce Bay. Hemos visto kiwis
disecados, tótems de madera, tallas en piedras azules y verdes… todo muy bonito
e interesante (no tenemos fotos). Los maoríes, al contrario que los aborígenes
australianos, nunca han sido perseguidos y son respetados por la sociedad
neozelandesa.
Lo vamos a dejar aquí que Ken
está preparando una barbacoa de venado. Mañana nos esperan unos cuantos
quilómetros hasta nuestro próximo destino… y conduce Marina.
Enrique & Marina
Supongo que con las frutinhadas que Enrique se pone de antimosquitos no le habrá picado ni una mosca!! (Más le vale) Además MaRiNa le hace de cebo :P Por lo demás me sorprende que el señorito se haya bañado en esas aguas inmundas.. El hemisferio te cambia!!
ResponderEliminarMarina!! Has crecido??! en la penúltima foto parece que hayas pegado un estirón :P
Un abrazo a los dos!!