jueves, 24 de marzo de 2016

BANNOCKBURN

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Nueva Zelanda apareció en el mercado internacional de vinos en los años ochenta gracias al sauvignon blanc producido en la zona de Marlborough. Unos años más tarde Allan Brady decidió arriesgarse y plantar viñas de pinot noir en la zona de Gibbston Valley, la región vitivinícola del mundo situada más al sur del planeta. Hoy en día los pinot noir de Central Otago rivalizan con los de Napa Valley en California y Borgoña en Francia.



La región vinícola de Central Otago, definida en general por suelos rocosos, se divide en siete subregiones: Wanaka, Cromwell (Lowburn), Pisa, Gibbston, Alexandra, Bendigo y Bannockburn.



La subregión de Bannockburn se encentra al sur del valle de Cromwell a orillas del río Kawarau en lo que es la zona más calurosa y seca de Central Otago.



En el pasado (hace unos 200 años) era un área verde y llana regada por riachuelos donde los pájaros cantaban y los dinosaurios de “En busca del valle encantado” vivían apaciblemente junto a tribus maoríes cazadoras de moas (kiwi gigante ya extinto). Pero llegaron los colonos europeos, pakeha, buscando terrenos para las ovejas y, en la década de 1860, alguien encontró oro, originando la fiebre del oro de Otago, que a la postre desarrollaría la región y daría forma a sus pueblos y carreteras e incluso transformaría el paisaje.



Bannockburn está formado por depósitos aluviales; rocas depositadas en una matriz arcillosa. Y en medio de todo esto, oro. El método utilizado por los mineros para extraer el oro, conocido en inglés como sluicing, consistía en destrozar el terreno con agua a presión y buscar el oro después.



Así, lo que era una región llana y verde se convirtió en una zona árida de cañones y desfiladeros escarpados a semejanza del Monument Valley de Arizona y Utah. Y, como era de esperar, el oro se acabó y la gente abandonó Bannockburn.

Hoy en día queda lo que podría considerarse como el esqueleto de Otago, lo que se esconde bajo el fértil suelo de Cromwell, las entrañas de una tierra agotada y destruida por la sed de riqueza. Un agujero de polvo y calor en medio de la verde Otago.



Bannockburn es un ejemplo de lo que la codicia puede hacer a la Tierra pero también un ejemplo de cómo los humanos nos adaptamos y, en una zona en la que sólo crece tomillo, los emprendedores locales han conseguido cultivar unos de los mejores viñedos de pinot noir del mundo. No hay mal que por bien no venga.

En la zona de máxima explotación minera, en la ladera de Mount Difficulty, hay unos cuantos caminos por los que se pueden hacer excursiones cortitas. Marina y yo nos pasamos el día recorriendo la zona (algo así como la ciudad encantada de Cuenca) hasta que llegamos a lo que era el centro del antiguo asentamiento minero. Allí se encuentran las ruinas de la iglesia, rodeada por perales y ciruelos.



Los pájaros ya habían dado buena cuenta de las ciruelas, pero todavía quedaban un montón de peras para Marina (fijaos en los bolsillos laterales de su mochila).



Y es que no hay nada tan rico como una pera recién cogida del árbol, ya sea aquí o en Llessui.

Enrique & Marina


English version


New Zealand made its way into the international wine scene during the 80’s thanks to the Sauvignon Blanc produced in Marlborough. A few years latter Allan Brady  w ith a few others decided to take try his luck growing Pinot Noir in Gibbston Valley, the southernmost wine region in the world. Nowadays, Central Otago’s Pinot Noir stands by California’s Napa Valley and French Burgundy’s wines. 




The wine-growing region of Central Otago, mostly characterised by rocky soils, has seven subregions: Wanaka, Cromwell (Lowburn), Pisa, Gibbston, Alexandra, Bendigo and Bannockburn. 




Bannockburn is located in the south of the Cromwell valley, on the Kawarau river’s shores and it’s the hottest and driest area in Central Otago. 



In the past (about 200 years ago), it was a green and flat area watered by several creeks where birds sang and lovely dinosaurs happily played in the bush while maori tribes hunted moas (a kind of giant kiwi currently extinct) like there was no tomorrow. But then, the white settlers (pakeha) got here looking for pastures for their sheep. Also, during the 1860’s, someone found gold which triggered a gold rush in the whole Otago. Thus, all the influence developed the region turning groups of few houses into villages, pathways into roads and even changing the landscape.




Bannockburn was formed by alluvial deposits, small rocks that stick together in a clay base. And among all these little rocks, there were some gold nuggets. To mine the precious mineral they made the terrain collapse by throwing pressurised water and went through the loose material after. That system is called sluicing.


By doing that, a flat and fertile area turned into an arid and uneven zone with canyons and cliffs that reminds of Monument Valley in Arizona and Utah, relatively speaking. Eventually, all the gold was gone and everyone left too.  


Nowadays, what it’s left can be considered as the skeleton of the land, just what’s underneath Otago’s rich soil, a huge hole of dust and heat in the middle of the numerous green orchards of the fertile Cromwell. 



Although Bannockburn epitomises how badly human greed can change the landscape, it’s also a great example of human ingenuity considering that some local entrepreneurs have recently managed to grow great pinot noir and produce world class wine. No ill wind that blows no good.


The main mining area, on the lowest hillside of Mount Difficulty, is kept as an historic/recreational reserve and there’re a few short walks well marked. Enrique and I spent most of the day wondering around them and we even found the ruins of the old mining village which simply included an almost-totally-demolished church and several pear and plum trees.




We got too late in the season and the birds got rid of all the plums hanging at them but still could get lots of pears.



Because, is there anything better than fruit just freshly fallen off the tree?


Enrique & Marina

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