La pela es la pela. Filosofía absolutamente válida y acertada para
describir a los tres valientes que empezamos el viaje juntos: Òscar (valiente
number one ya que llega hasta Nueva Zelanda), Marina y yo.
Viaje 1: Barcelona - Venecia (aeropuerto Marco Polo)
Volamos con Air One, filial lowcost de Alitalia. Salimos de Barcelona
a las 20:30 y llegamos a Venecia alrededor de las 22:30. En el avión no nos
dieron ni agua pero por lo menos no perdieron las maletas.
Marco Polo, gran explorador y mejor aeropuerto, si cabe. Llegar a las
22:30 supuso encontrarnos la Oficina de Información cerrada, podemos aceptarlo
porque puede ser debido a los recortes de Rajoy, que llegan muy lejos. Después
de aceptar que nos íbamos a tener que quedar a dormir en el aeropuerto (el
resto de opciones eran nivel Marriott y superior) fuimos a la consigna a dejar
las maletas, por eso de poder dormir con los dos ojos cerrados, claro está.
¿Adivináis cómo estaba la consigna? Bravo, cerrada. El horario era de 5 a 21,
fantástico para los transfers nocturnos.
Marina, Òscar y yo decidimos ponernos en “modo homeless” para detectar con precisión
lugares adecuados para pasar la noche. El personal del aeorpuerto con el que
pudimos hablar sólo supo decirnos que el aeropuerto cerraba de 1 a 5 de la
madrugada (curiosidad: hasta las 2 de la madrugada había llegadas programadas)
pero que no había problema para quedarnos dentro. Localizamos un restaurante
(cerrado, por supuesto) con unas sillas acolchadas donde un valiente pionero
había abierto la veda de la concesión como dormitorio. Este restaurante se llamaba L’Orto, aunque ahora lo
conocemos como Hotel Lowcost L’Orto. La verdad es que no estuvimos tan mal, hicimos una muralla
de sillas acolchadas alrededor de la maletas, y nos estiramos en las sillas.
Conseguimos ir dormitando hasta que a las 2 de la madrugada vino el operario de
limpieza de lámparas, que estuvo trasteando hasta las 5 con las luces
encendidas.
Viaje 2: Venecia - Estambul (aeropuerto Sabiha, Asia)
Salimos de Venecia a las 12 y llegamos a Estambul a las 15 (hora
local) sin problemas. Este era el punto estresante del viaje, ya que teníamos 5
horas para cambiar de aeropuerto y conocemos la fama del tráfico de Estambul.
La carrera había comenzado: Óscar logró alzarse el primero al apagarse la señal
luminosa del cinturón en el avión. Hizo un parapeto y Marina y yo fuimos
siguiéndole adelantando en el finger a cualquier iluso que había osado salir
antes que nosotros. Sólo un turco llegó antes que nosotros a inmigración.
Fuimos tan rápidos que ni siquiera habían llegado los policías de los controles
de visado. Una vez llegaron a sus puestos, un policía turcochino nos dijo que
para entrar en Turquía había que comprar el visado antes, en una oficina donde,
al llegar, no había nadie. Insistió en hacernos retroceder, sin entender nada
de lo que le decíamos. Fuimos a la susodicha oficina y justo el funcionario que
vende los visados (son como cromos de Panini de los 50) llegaba con un montón
de ganas de trabajar. Quince euros por persona y ya podíamos entrar en Turquía.
Recogimos la maleta y a la salida ya nos estaba esperando el jefe de los
fragonetistas que nos iban a llevar hasta el otro aeropuerto de la ciudad. Este señor resultó ser un kosovar huído en los
años 90 para no luchar en una guerra que decía no era del pueblo.
Viaje 2’: Estambul (aeropuerto Sabiha, Asia) - Estambul (aeropuerto
Atatürk, Europa)
Teníamos 4 horas para llegar a tiempo a facturar. Nos montamos en la
furgoneta, conducida por un turco de unos 20 años con poca idea de inglés, y
salimos pintando. Las líneas de los carriles y los arcenes son meramente una
sugerencia, que no respeta nadie. Lo que tienen en común con Catalunya es la
presencia de peajes, era como estar en casa. Comprobamos que el TeleTac te
detecta aunque pases a más de 50 km por hora, estos de telecos… Fuimos a ritmo
de F1 hasta que tuvimos que tomar uno de los puentes que cruzan el estrecho del
Bósforo y atravesar el centro de la
ciudad. Llegamos al aeropuerto en media hora de F1 y dos horas de caravana. De
Estambul podemos destacar: un Rolls Roice, un Porsche Panamera, infinidad de
mezquitas, infinidad de banderas de Turquía y que todos los turcos tienen
narices iguales.
Una vez en el aeropuerto, Óscar se dejó la mochila en el control de
entrada de terroristas, con el consiguiente susto, ya que se dio cuenta pasados
10 minutos. Nos costó descubrir que en Atatürk facturas en el mostrador que
quieras, teniendo en cuenta que están agrupados en grupos de 10 con una única
cola, con sus consiguientes problemas de prisas. Una vez facturadas las maletas
y pasados los controles teníamos media hora de asueto. Como estábamos cansados
fuimos directamente a la puerta de embarque. A la hora programada del embarque ahí no había operarios así que sospechamos. Por casualidad Óscar escuchó
a una pareja que comentaba que ¡habían cambiado la puerta de embarque sin
avisar! La nueva puerta estaba en la otra punta de la terminal, así que fuimos
corriendo. Llegamos los primeros, otra vez. Los trabajadores de la compañía
insistían en que habían avisado del cambio, pero la falta de gente no les daba
la razón; ahí no había pasajeros. Finalmente todo se solucionó y no tuvimos que
viajar solos en el avión, lástima.
Viaje 3: Estambul - Abu Dhabi
El vuelo salió puntual a las 20:30 y llegó a Abu Dhabi a la 1 de la
madrugada. Los musulmanes están de Ramadán y el vuelo coincidía con las horas
en que Alá les permite comer. De este modo hemos tenido la oportunidad de ver
como algunos musulmanes acababan la zona ramadaniana del día a base de dátiles
y refrescos de moras (esto da pie a chistes, los sabemos). Otros lo han
celebrado fumando en el lavabo.
En Abu Dhabi no tuvimos que pasar por inmigración, nos quedamos en la
zona de transfers, que es más grande que el aeropuerto de Venecia. Ahí nos
hemos muerto de frío (reparten mantas) a pesar de que en el exterior rondan los
50 grados. Hemos pasado la noche trasteando por el aeropuerto, cenando hasta
tres veces gratis en el McDonald’s, dormitando en sillas especiales...
Cabe
destacar la presencia de una mezquita en la zona de transfers a la que se entra
desde el lavabo. Muchos musulmanes usan dicha mezquita, donde se prohíbe
expresamente dormir, para dormir. Como curiosidad, en los wáteres hay una
alcachofa de ducha, según Marina idónea para ducharse.
Viaje 4: Abu Dhabi – Sydney
14 horazas de vuelo que hemos aguantado como unos campeones. En este
vuelo Òscar ha estado sentado unas filas delante de nosotros, pero hemos ido
hablando por el chat interno del avión. El avión, de 368 plazas de capacidad,
tenía un montón de gadgets electrónicos: juegos, televisión, películas y series
a la carta… aunque nosotros hemos intentado dormir lo máximo posible. Nos han
ido dando de comer constantemente y nos han tratado perfecto.
Al bajar del avión nos hemos despedido de Òscar, que seguía hasta Nueva Zelanda, con un fuerte ¡Ànims Òscar!
Al llegar a Sydney nos hemos dispuesto a pasar el control de inmigración
y aduanas más estricto del mundo. Te preguntan y controlan mucho, pero no es
tan dramático como puede parecer en el programa de la tele (Border Control, en
Discovery Max o Explora). La conclusión es que si avisas de lo que llevas, y
son cosas normales, no hay ningún problema. En una hora estábamos fuera, rumbo
al Eva’s Backpackers, desde donde escribimos esto.
No hemos visto nada de Sydney porque estamos reventados del viaje,
pero hemos visto que hay tours gratuitos desde el albergue (gratis eeeeehhhhh).
Este post ha sido muy largo pero es que 50 y pico horas de viaje dan
mucho de sí.
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Enrique & Marina