¡Kia Ora! (Así se saluda en
maorí).
Hace ya cinco días que Marina y
yo rondamos por Nueva Zelanda. ¿Hay algún lugar más alejado de Barcelona?
Estamos tan lejos que si nos movemos un poco más hacia el este, volvemos. En
cuanto a horas de diferencia con la madre patria Catalunya, desde el domingo
pasado se han solapado los cambios horarios: una hora menos en el hemisferio
norte y una hora más en el sur, lo que resulta en 12 horas de diferencia entre
nosotros y “casa”.
El viaje
El último día en Kyneton Rob y
Judith organizaron una cena con los amigotes del lugar. Celebrábamos nuestra
despedida (hasta fin de año) y que habíamos acabado la biblioteca de la casa.
Teníamos que estar en el
aeropuerto de Melbourne, que está a una hora de casa de los Bakes, a las nueve
de la noche. Empezamos la cena pasadas las siete. ¿Resultado? ¡Pitando al
aeropuerto! Llegamos a eso de las diez, justo media hora antes de que cerrasen
el check in. Casi no había cola así que nos atendieron rápido. Salvados. ¿O no?
Entrar a Nueva Zelanda no es moco de pavo: debes tener el billete de vuelta (en
nuestro caso a Melbourne), demostrar que tienes mil dólares por cada mes que
pase hasta tu vuelta y estar libre de tuberculosis. Lo teníamos todo
controlado. Todo menos el exceso de celo de la señora del aeropuerto. Cogió
nuestros pasaportes, tecleó los números en el ordenador y…
- Vuestro visado australiano expira en dos días.
- No. Expira en julio de 2013, en dos días expira
el primer permiso de tres meses. Tenemos un año para ir y venir las veces que
queramos siempre que las estancias no superen los tres meses.
- No. Expira el visado entero. Si queréis otros
tres meses de permiso debéis volver a Australia antes de que expiren los
primeros tres meses. Así que tenéis que volver de Nueva Zelanda pasado mañana,
ir a la oficina de inmigración y solicitar un nuevo visado.
- Se equivoca.
- Mirad, veo casos como el vuestro cada día.
- Bueno, tenemos aquí impresas copias de las
condiciones del visado que tenemos y lo explica claramente.
- Lo debéis haber entendido mal, os repito que veo
casos así cada día.
- Lo dudo.
- Voy a llamar a inmigración. Ellos os lo podrán
explicar mejor.
- OK.
Cosas como estas dan cierta
tensión y más si vas justo de tiempo. Nosotros lo llevamos todo controlado pero
cuando alguien te lleva la contraria en perfecto inglés… ¡Parece que tengan
razón! Cosas de la LOGSE supongo. En fin, después de la llamada a inmigración…
- Dicen que tenéis razón.
Y así, sin más, las autoridades
australianas nos dejaron seguir nuestro viaje hacia la Tierra Media.
Antes de partir (esto es días
antes, no en la puerta de embarque), Marina estuvo mirando cómo podíamos
movernos por Nueva Zelanda; siempre transporte colectivo, nosotros vamos a lo
barato. ¿Seguro? Todo lo que encontró era carísimo en dinero y sobretodo en
tiempo (2 días para hacer 400 km, por lo que aparte del autobús había que pagar
dos noches de albergue).
Hicimos unos números y alquilar
un coche durante dos meses, junto con la gasolina, nos salía por el mismo
precio que movernos en autobús y/o tren (estamos en temporada baja así que el
alquiler está tirado de precio). Así pues, tenemos un nuevo compañero de viaje:
un Nissan Sunny automático, azul oscuro, de 2004 y sin elevalunas eléctrico.
Fantástico.
Llegamos al aeropuerto de
Christchurch (isla sur) a las cinco de la mañana. Pasamos los famosos controles
de aduanas neozelandeses (¿Lleváis algo ilegal? No. Pues vale.) y nos pusimos a
dormir en la terminal de llegadas hasta las nueve. Echábamos de menos dormir en
un aeropuerto. Teníamos la mañana nostálgica y además no nos daban el coche
hasta esa hora.
Una vez recogido el coche quedaba
lo fácil: cruzar los Alpes por el paso de Arthur y recorrer más de 300 km por
la carretera de la costa oeste hasta el
Lago Paringa.
Así pues, salimos de La Comarca
en dirección a las Minas de Moria, por eso de atravesar las montañas por
debajo. Aquí no hacen túneles así que de Moria nada de nada. Los Alpes se
atraviesan como los cartagineses atravesaron los Pirineos a lomos de sus
elefantes: por en medio.
La carretera transalpina sería
ilegal en España, tanto por las curvas como por las pendientes (no cumple con
la Instrucción de Carreteras). Es una carretera de dos carriles, uno por
sentido, que de vez en cuando se convierte en una carretera de un solo carril
(hay que cruzar los ríos fruto del deshielo y con 4 millones de habitantes no
hay para puentes de dos carriles).
En cuanto al paisaje, aquí se
dice “breathtaking”:
Una vez al otro lado de los Alpes
tocaba ir hacia el sur por la carretera de la costa, muy bonita también. Lagos,
glaciares (Franz Joseph y Fox), playas, ríos, rainforest… y dos gasolineras en
300 km.
El estilo del viaje por Nueva
Zelanda es el mismo que en Australia, vamos a intercambiar alojamiento y
manutención por trabajo.
Lake Paringa Lodge
Actualmente, y hasta mediados de
la semana que viene, estamos en el Lago Paringa con la familia Holliday (Ken y
Mata). Son los dueños del Lake Paringa Lodge, un motel que da servicio a
cazadores y pescadores locales (locales quiere decir de Nueva Zelanda) y que no
sale en la Lonely Planet.
El pueblo más cercano en
dirección sur es Haast y está a 50 km, en cuanto a la dirección norte el pueblo
más cercano es Fox Glacier que está a 70 km. Hacia el oeste está el mar y hacia
el este no hay carretera, sólo selva y los montes Cook y Tasman (los más altos
del hemisferio sur). La cobertura del móvil se pierde unos 30 km antes de Fox
Glacier y por lo que comentan no se vuelve a encontrar.
El motel consta de un antiguo
restaurante convertido en dormitorio especial para imprevistos sobre todo de
carácter meteorológico (unas 20 camas), la casa de Ken y Mata, nuestro apartamento
(con cocina, salita, lavabo, TV, DVD con unas 80 películas y la Wii), ocho
apartamentos más configurados en cuatro bungalows (4 con cocina y 4 sin), una
habitación para ahumar, una habitación para guardar ciervos (preferiblemente
muertos), un garaje con kayaks y un embarcadero.
Nuestro trabajo consiste en
preparar los bungalows (limpiar, hacer camas, ordenar, etc) para los huéspedes.
La hora de check out son las 10 y la de check in las 14 así que tenemos cuatro
horas de trabajo diario, siempre que alguien acabe su estancia en el Lake
Paringa Lodge, claro. Los clientes del motel son cazadores y pescadores que
pasan varios días en las cabañas así que como mucho tenemos que hacer un par de
habitaciones al día. A veces incluso ninguna. ¿Qué hacemos hasta las diez de la
mañana? Kayak.
Las tardes las dedicamos a ver
películas (si el tiempo no acompaña), a explorar los alrededores del lago (si
no llueve) muy bien asesorados por Ken, que se conoce más esta zona que el
propio guarda forestal (el guarda forestal vive al otro lado de la carretera y
es amigo de Ken) y a hacer más kayak.
En caso de que el día amanezca
soleado nuestro trabajo es salir de casa antes de las ocho de la mañana en
dirección a los glaciares y no volver hasta la tarde. Ken y Mata nos obligan a
aprovechar los días claros para hacer excursiones largas.
Lake Matheson
Por aquí tienen muy claro cómo
funciona lo de la meteorología: hasta las nueve de la mañana no se levanta el
viento, que no para hasta las ocho de la tarde. En cuanto al tema lluvia, nunca
se sabe, a menos que el servicio de meteorología avise de que viene un día
soleado (aquí sí que aciertan).
En caso de que esté previsto un
día despejado Ken y Mata nos comentaron que debíamos ir al Lago Matheson antes
de que se levante el viento porque así podríamos ver los montes Cook y Tasman
reflejados en la superficie del lago. Dicho y hecho.
Fox Glacier
En cuanto al resto del día lo
dedicamos al glaciar Fox.
Por la mañana fuimos a por el
glaciar a las bravas: entramos por la morrena y fuimos siguiendo el camino de
los turistas tacaños hasta el extremo del glaciar. Si pagas puedes ir en
helicóptero a la parte superior del glaciar, caminar con crampones por la
superficie helada, escalar en el hielo… Todo muy chulo, pero muy caro.
Todo el camino “gratis” está
lleno de señales donde advierten de que si te paras te puede caer una roca y
matarte, si te acercas mucho al hielo te puede caer un trozo (más grande que
una furgoneta) encima y matarte, si te acercas mucho a los ríos del deshielo te
puedes caer y matarte… Esto es Mordor.
Mientras avanzas atento a las
rocas (las ves ahí arriba, conspirando), al glaciar (no te puedes acercar a
menos de 200 m porque podrías morir) y hasta a tu sombra ves que los grupos que
van con guía están llenos de señoras de edad avanzada que suben hasta el hielo
(temerarias ellas), se paran a tomar fotos (no les caen rocas si se paran) y
¡Van con sandalias! Desafío extremo.
Uno de los cazadores del motel
nos comentó, al volver del glaciar, que todo el terreno es público y que
podemos ir donde queramos sin pagar. Que no nos mataremos. Las “autoridades”
llenan toda la zona con avisos de peligro de muerte para que contrates
excursiones con empresas locales y así contribuyas a la economía de la zona.
Como esto no lo sabíamos y
nosotros queríamos ver bien el glaciar nos fuimos a hacer un poco la cabra por
la zona, donde nos habían comentado que había unos senderos (para expertos montañeros según las señales)
que te llevaban hasta un mirador con unas vistas del glaciar muy bonitas.
La complicación del camino fue
atravesar un río de aguas bravas de un par de palmos de profundidad, con el
agua muy fría.
Monroe Beach
Una de las tardes sin lluvia que
hemos tenido nos fuimos a la playa. No a bañarnos, a ver pingüinos. La Playa
Monroe no sale en las guías porque es de las pocas zonas que quedan en Nueva
Zelanda donde se pueden ver pingüinos sin tener que pagar. Afortunadamente sí
que sale en la base de datos de Ken, que al enterarse de que Marina quería ver
pingüinos nos trajo una ortofotografía (foto aérea) de la zona y nos marcó el
camino que debíamos tomar.
La playa no era muy grande y al
llegar (después de una caminata de más de una hora por el rainforest) no había
pingüinos. Sí que había cuatro personas que tenían cara de saber algo.
Efectivamente sabían la zona en la que, si había suerte, aparecería algún
pingüino.
Después de esperar un rato largo
(casi dos horas) aparecieron, por turnos, tres pingüinos “Fiordland Crested”
(los de las cejas amarillas despeinadas). No te podías acercar a su zona de
descanso pero se veían muy bien.
Blue River Hut
Hace un par de días nos fuimos a
caminar por los alrededores del Lake Paringa. Otra vez siguiendo las
recomendaciones de Ken y Mata. Nos dijeron que podíamos a ir a hacer una ruta
que llegaba hasta un puente colgante muy chulo. Nos advirtieron que el camino
era algo especial pero que valía la pena.
La excursión resultó ser la del
Blue River Hut, que en condiciones normales dura un par de horas. El camino
transcurre por dentro de un bosque de helechos (todos de más de tres metros de
altura), por la ladera de un monte, muy cerca de un río que escuchas todo el
rato pero que no ves hasta el final.
Resultó que la complicación del
camino era el barro, llegaba hasta los tobillos en la mayoría de tramos.
Parecía una prueba eterna de “Humor Amarillo” pero sin japoneses travestidos.
Después de una larga caminata
llegamos al puente prometido. Afortunadamente ninguno de los dos sufrimos de
vértigo (Òscar sí, pero él está por otra zona de la isla) porque el puente se
las traía. La pasarela era tan ancha como mi pie (calzo un 42) y la carga
máxima era de una persona (no especificaban el volumen de dicha persona).
Por ahora vamos a dejarlo aquí.
Mata es maorí y mañana nos va a llevar a un antiguo asentamiento de su tribu.
Ya que estamos aprovecharemos también para ver una piscifactoría de salmones.
Enrique & Marina