miércoles, 31 de octubre de 2012

12 HORAS DE DIFERENCIA EN LA TIERRA MEDIA




¡Kia Ora! (Así se saluda en maorí).

Hace ya cinco días que Marina y yo rondamos por Nueva Zelanda. ¿Hay algún lugar más alejado de Barcelona? Estamos tan lejos que si nos movemos un poco más hacia el este, volvemos. En cuanto a horas de diferencia con la madre patria Catalunya, desde el domingo pasado se han solapado los cambios horarios: una hora menos en el hemisferio norte y una hora más en el sur, lo que resulta en 12 horas de diferencia entre nosotros y “casa”.

El viaje

El último día en Kyneton Rob y Judith organizaron una cena con los amigotes del lugar. Celebrábamos nuestra despedida (hasta fin de año) y que habíamos acabado la biblioteca de la casa.



Teníamos que estar en el aeropuerto de Melbourne, que está a una hora de casa de los Bakes, a las nueve de la noche. Empezamos la cena pasadas las siete. ¿Resultado? ¡Pitando al aeropuerto! Llegamos a eso de las diez, justo media hora antes de que cerrasen el check in. Casi no había cola así que nos atendieron rápido. Salvados. ¿O no? Entrar a Nueva Zelanda no es moco de pavo: debes tener el billete de vuelta (en nuestro caso a Melbourne), demostrar que tienes mil dólares por cada mes que pase hasta tu vuelta y estar libre de tuberculosis. Lo teníamos todo controlado. Todo menos el exceso de celo de la señora del aeropuerto. Cogió nuestros pasaportes, tecleó los números en el ordenador y…

- Vuestro visado australiano expira en dos días.
- No. Expira en julio de 2013, en dos días expira el primer permiso de tres meses. Tenemos un año para ir y venir las veces que queramos siempre que las estancias no superen los tres meses.
- No. Expira el visado entero. Si queréis otros tres meses de permiso debéis volver a Australia antes de que expiren los primeros tres meses. Así que tenéis que volver de Nueva Zelanda pasado mañana, ir a la oficina de inmigración y solicitar un nuevo visado.
- Se equivoca.
- Mirad, veo casos como el vuestro cada día.
- Bueno, tenemos aquí impresas copias de las condiciones del visado que tenemos y lo explica claramente.
- Lo debéis haber entendido mal, os repito que veo casos así cada día.
- Lo dudo.
- Voy a llamar a inmigración. Ellos os lo podrán explicar mejor.
- OK.

Cosas como estas dan cierta tensión y más si vas justo de tiempo. Nosotros lo llevamos todo controlado pero cuando alguien te lleva la contraria en perfecto inglés… ¡Parece que tengan razón! Cosas de la LOGSE supongo. En fin, después de la llamada a inmigración…

- Dicen que tenéis razón.

Y así, sin más, las autoridades australianas nos dejaron seguir nuestro viaje hacia la Tierra Media.

Antes de partir (esto es días antes, no en la puerta de embarque), Marina estuvo mirando cómo podíamos movernos por Nueva Zelanda; siempre transporte colectivo, nosotros vamos a lo barato. ¿Seguro? Todo lo que encontró era carísimo en dinero y sobretodo en tiempo (2 días para hacer 400 km, por lo que aparte del autobús había que pagar dos noches de albergue).

Hicimos unos números y alquilar un coche durante dos meses, junto con la gasolina, nos salía por el mismo precio que movernos en autobús y/o tren (estamos en temporada baja así que el alquiler está tirado de precio). Así pues, tenemos un nuevo compañero de viaje: un Nissan Sunny automático, azul oscuro, de 2004 y sin elevalunas eléctrico. Fantástico.



Llegamos al aeropuerto de Christchurch (isla sur) a las cinco de la mañana. Pasamos los famosos controles de aduanas neozelandeses (¿Lleváis algo ilegal? No. Pues vale.) y nos pusimos a dormir en la terminal de llegadas hasta las nueve. Echábamos de menos dormir en un aeropuerto. Teníamos la mañana nostálgica y además no nos daban el coche hasta esa hora.

Una vez recogido el coche quedaba lo fácil: cruzar los Alpes por el paso de Arthur y recorrer más de 300 km por la carretera de  la costa oeste hasta el Lago Paringa.

Así pues, salimos de La Comarca en dirección a las Minas de Moria, por eso de atravesar las montañas por debajo. Aquí no hacen túneles así que de Moria nada de nada. Los Alpes se atraviesan como los cartagineses atravesaron los Pirineos a lomos de sus elefantes: por en medio.

La carretera transalpina sería ilegal en España, tanto por las curvas como por las pendientes (no cumple con la Instrucción de Carreteras). Es una carretera de dos carriles, uno por sentido, que de vez en cuando se convierte en una carretera de un solo carril (hay que cruzar los ríos fruto del deshielo y con 4 millones de habitantes no hay para puentes de dos carriles).

En cuanto al paisaje, aquí se dice “breathtaking”:






Una vez al otro lado de los Alpes tocaba ir hacia el sur por la carretera de la costa, muy bonita también. Lagos, glaciares (Franz Joseph y Fox), playas, ríos, rainforest… y dos gasolineras en 300 km.



El estilo del viaje por Nueva Zelanda es el mismo que en Australia, vamos a intercambiar alojamiento y manutención por trabajo.

Lake Paringa Lodge

Actualmente, y hasta mediados de la semana que viene, estamos en el Lago Paringa con la familia Holliday (Ken y Mata). Son los dueños del Lake Paringa Lodge, un motel que da servicio a cazadores y pescadores locales (locales quiere decir de Nueva Zelanda) y que no sale en la Lonely Planet.

El pueblo más cercano en dirección sur es Haast y está a 50 km, en cuanto a la dirección norte el pueblo más cercano es Fox Glacier que está a 70 km. Hacia el oeste está el mar y hacia el este no hay carretera, sólo selva y los montes Cook y Tasman (los más altos del hemisferio sur). La cobertura del móvil se pierde unos 30 km antes de Fox Glacier y por lo que comentan no se vuelve a encontrar.

El motel consta de un antiguo restaurante convertido en dormitorio especial para imprevistos sobre todo de carácter meteorológico (unas 20 camas), la casa de Ken y Mata, nuestro apartamento (con cocina, salita, lavabo, TV, DVD con unas 80 películas y la Wii), ocho apartamentos más configurados en cuatro bungalows (4 con cocina y 4 sin), una habitación para ahumar, una habitación para guardar ciervos (preferiblemente muertos), un garaje con kayaks y un embarcadero.



Nuestro trabajo consiste en preparar los bungalows (limpiar, hacer camas, ordenar, etc) para los huéspedes. La hora de check out son las 10 y la de check in las 14 así que tenemos cuatro horas de trabajo diario, siempre que alguien acabe su estancia en el Lake Paringa Lodge, claro. Los clientes del motel son cazadores y pescadores que pasan varios días en las cabañas así que como mucho tenemos que hacer un par de habitaciones al día. A veces incluso ninguna. ¿Qué hacemos hasta las diez de la mañana? Kayak.



Las tardes las dedicamos a ver películas (si el tiempo no acompaña), a explorar los alrededores del lago (si no llueve) muy bien asesorados por Ken, que se conoce más esta zona que el propio guarda forestal (el guarda forestal vive al otro lado de la carretera y es amigo de Ken) y a hacer más kayak.



En caso de que el día amanezca soleado nuestro trabajo es salir de casa antes de las ocho de la mañana en dirección a los glaciares y no volver hasta la tarde. Ken y Mata nos obligan a aprovechar los días claros para hacer excursiones largas.

Lake Matheson

Por aquí tienen muy claro cómo funciona lo de la meteorología: hasta las nueve de la mañana no se levanta el viento, que no para hasta las ocho de la tarde. En cuanto al tema lluvia, nunca se sabe, a menos que el servicio de meteorología avise de que viene un día soleado (aquí sí que aciertan).

En caso de que esté previsto un día despejado Ken y Mata nos comentaron que debíamos ir al Lago Matheson antes de que se levante el viento porque así podríamos ver los montes Cook y Tasman reflejados en la superficie del lago. Dicho y hecho.




Fox Glacier

En cuanto al resto del día lo dedicamos al glaciar Fox.



Por la mañana fuimos a por el glaciar a las bravas: entramos por la morrena y fuimos siguiendo el camino de los turistas tacaños hasta el extremo del glaciar. Si pagas puedes ir en helicóptero a la parte superior del glaciar, caminar con crampones por la superficie helada, escalar en el hielo… Todo muy chulo, pero muy caro.

Todo el camino “gratis” está lleno de señales donde advierten de que si te paras te puede caer una roca y matarte, si te acercas mucho al hielo te puede caer un trozo (más grande que una furgoneta) encima y matarte, si te acercas mucho a los ríos del deshielo te puedes caer y matarte… Esto es Mordor.



Mientras avanzas atento a las rocas (las ves ahí arriba, conspirando), al glaciar (no te puedes acercar a menos de 200 m porque podrías morir) y hasta a tu sombra ves que los grupos que van con guía están llenos de señoras de edad avanzada que suben hasta el hielo (temerarias ellas), se paran a tomar fotos (no les caen rocas si se paran) y ¡Van con sandalias! Desafío extremo.

Uno de los cazadores del motel nos comentó, al volver del glaciar, que todo el terreno es público y que podemos ir donde queramos sin pagar. Que no nos mataremos. Las “autoridades” llenan toda la zona con avisos de peligro de muerte para que contrates excursiones con empresas locales y así contribuyas a la economía de la zona.

Como esto no lo sabíamos y nosotros queríamos ver bien el glaciar nos fuimos a hacer un poco la cabra por la zona, donde nos habían comentado que había unos senderos  (para expertos montañeros según las señales) que te llevaban hasta un mirador con unas vistas del glaciar muy bonitas.



La complicación del camino fue atravesar un río de aguas bravas de un par de palmos de profundidad, con el agua muy fría.



Monroe Beach

Una de las tardes sin lluvia que hemos tenido nos fuimos a la playa. No a bañarnos, a ver pingüinos. La Playa Monroe no sale en las guías porque es de las pocas zonas que quedan en Nueva Zelanda donde se pueden ver pingüinos sin tener que pagar. Afortunadamente sí que sale en la base de datos de Ken, que al enterarse de que Marina quería ver pingüinos nos trajo una ortofotografía (foto aérea) de la zona y nos marcó el camino que debíamos tomar.



La playa no era muy grande y al llegar (después de una caminata de más de una hora por el rainforest) no había pingüinos. Sí que había cuatro personas que tenían cara de saber algo. Efectivamente sabían la zona en la que, si había suerte, aparecería algún pingüino.



Después de esperar un rato largo (casi dos horas) aparecieron, por turnos, tres pingüinos “Fiordland Crested” (los de las cejas amarillas despeinadas). No te podías acercar a su zona de descanso pero se veían muy bien.




Blue River Hut

Hace un par de días nos fuimos a caminar por los alrededores del Lake Paringa. Otra vez siguiendo las recomendaciones de Ken y Mata. Nos dijeron que podíamos a ir a hacer una ruta que llegaba hasta un puente colgante muy chulo. Nos advirtieron que el camino era algo especial pero que valía la pena.



La excursión resultó ser la del Blue River Hut, que en condiciones normales dura un par de horas. El camino transcurre por dentro de un bosque de helechos (todos de más de tres metros de altura), por la ladera de un monte, muy cerca de un río que escuchas todo el rato pero que no ves hasta el final.

Resultó que la complicación del camino era el barro, llegaba hasta los tobillos en la mayoría de tramos. Parecía una prueba eterna de “Humor Amarillo” pero sin japoneses travestidos.



Después de una larga caminata llegamos al puente prometido. Afortunadamente ninguno de los dos sufrimos de vértigo (Òscar sí, pero él está por otra zona de la isla) porque el puente se las traía. La pasarela era tan ancha como mi pie (calzo un 42) y la carga máxima era de una persona (no especificaban el volumen de dicha persona).



Por ahora vamos a dejarlo aquí. Mata es maorí y mañana nos va a llevar a un antiguo asentamiento de su tribu. Ya que estamos aprovecharemos también para ver una piscifactoría de salmones.

Enrique & Marina

miércoles, 24 de octubre de 2012

PRIMAVERA EN EL CAMPO




G’day mates!

Saludamos desde Australia por última vez, por lo menos hasta el 30 de diciembre que volveremos a estar por aquí. Mañana nos vamos a Nueva Zelanda, a la isla sur, a ver un poco el paisaje. Aprovecharemos para pasar las Navidades con Òscar, que anda algo aburrido por ahí.

Las últimas tres semanas hemos estado quietos en el mismo sitio, viviendo con la familia Bakes (impresionantes todos). El principal motivo ha sido que Marina se rompió un dedo y hubo que ponerle unos tornillitos para arreglarlo (chapa y pintura básicamente). Ahora ya está todo en su sitio (fuera vendas, fuera puntos…) así que retomamos el ritmo viajero que teníamos.



De todas formas, no hemos estado del todo quietos estos días.

En casa de los Bakes nada es convencional. Rob (el padre) me preguntó un día “¿Enrique do you want pasta for dinner?” (que si quería pasta para cenar) a lo que yo respondí encantado que sí. Me fui a cortar leña para hacer fuego (recordar que aquí estamos entrando en primavera) y a la vuelta me encontré con que literalmente Rob estaba haciendo la pasta.




Lo mismo ocurre con el pan. Aquí no se compra pan, se hace, y realmente bien. Llevan más de treinta años afinando la receta de la masa (es ultrasecreta) así que os podéis imaginar el pan que sale.




Esta mañana estaba ayudando a Rob a hacer mudbricks (ladrillos de barro, que es de lo que viven, aquí va la página web: http://mudbrickcircus.com.au/). Rob ha cogido la pala cargadora y se ha ido a por tierra algo alejado de donde estaba yo. De repente se ha puesto a gritar como un desesperado que fuera corriendo. Asustado he ido pitando a ver qué pasaba: me lo he encontrado dando vueltas alrededor de un equidna; lo estaba entreteniendo para que yo tuviese tiempo de ir a buscar a Marina. Dicho y hecho.



Rob y Judith viven de hacer mudbricks, con los que se construyen su propia casa (son “owner builders”). En los últimos 25 años Rob ha suministrado ladrillos y ayudado a construir más de mil casas. Vende los ladrillos muy baratos con la condición de que la persona que va a ocupar la casa sea la que la construya: él asesora, enseña, fabrica los ladrillos y ayuda en la construcción. Cosas como esta hace que todavía tenga su casa a medio construir; en casa del herrero…



Para que os hagáis una idea de la idiosincrasia de los Bakes: hace unos años tuvieron la oportunidad económica de hacer unas obras en sus terrenos (abarcan un área inmensa). Podían arreglar el camino de acceso a la casa, cosa realmente necesaria porque si no vas en todoterreno no entras (igual entras pero seguro que no vuelves), o hacer un pequeño campo de fútbol. Hicieron el campo de fútbol.

Como hemos dicho al principio del post, aquí está entrando la primavera. ¿Qué pasa en primavera? Pues que nacen animalitos. Unos amigos de Rob y Judith tienen 6 cachorros de pastor australiano. Son algo así como pastores alemanes pero algo más pequeños. Tienen seis semanas pero ya están empezando a aprender a llevar a las ovejas (practican con una cacatúa que habla, en serio).





En cuanto a los animales de Gwen… ¿Recordáis a las gallinas peludas? Esas que se parecen al cantante de Aerosmith. Pues una de ellas se puso a incubar unos huevos que no estaban fecundados, cosa que le dio mucha pena a Gwen. ¿Solución? Le pidió unos huevos de gallina normal fecundados a Rob y Judith y se los cambió a la gallina peluda (Coquet). Hace una semana que tienen dos pollitos por ahí. Para celebrarlo Gwen compró un gallo peludo (Sparrow), para que la próxima vez los pollitos sean “hijos biológicos” de Coquet. Será divertido verlos en unas semanas, ya que los pollitos serán más grandes que la madre de alquiler.




Otra de las actividades primaverales es esquilar ovejas. Gwen tiene unas cuantas, las tiene como mascotas y las usa para mantener el césped cortito.





En cuanto a actividades más tradicionales, Marina y yo hemos explorado los alrededores de la zona donde estamos. A diez minutos caminando tenemos una reserva natural por la que se pueden dar buenos paseos en los que te puedes encontrar desde canguros hasta orquídeas endémicas del lugar.

Obviando el tema de los canguros, la reserva es muy bonita. Dejamos alguna foto para que podáis valorar.





También hemos ido a ver algún parque natural donde nos hemos encontrado con buenos trazados para hacer senderismo y, lo que más nos ha gustado, carreteras preciosas. El día que fuimos al Lerderberg State Park estuvimos más horas conduciendo por las carreteras que rodean el parque que caminando por dentro.






En cuanto a actividades culturales se refiere hemos estado también algo ocupados. Rob y Judith nos animaron a ir a Castlemaine (una hora en coche) a ver el “Lot 19”. Nos dijeron que era algo de artistas y artesanos. Resulta que el Lot 19 es un área destinada a alquilar estudios (todos hechos con materiales reutilizados) a artistas para que hagan sus cosas. Una vez al año hacen una exposición de las mejores obras que hacen. La calidad artística no la vamos a juzgar porque no tenemos ni idea, pero la idea de destinar un área a fomentar, mediante alquileres baratos, la concentración de artistas nos parece muy buena. Si a eso le añadimos que todo es ambientalmente sostenible y todos los materiales son reutilizados… ¡Perfecto!





Castlemaine es famoso por una cosa: la escena musical. A pesar de  no tener más de cuatro mil habitantes tienen uno de los locales de conciertos más famosos de Australia. De hecho, los grupos que vienen a tocar a Australia suelen ir a Sydney, Melbourne (actuacIones multitudinarias) y Castlemaine (petit comité).

Rob y Judith nos invitaron a un concierto en el Royal Theatre. El telonero resultó ser una superestrella de los años 70 (líder del grupo Dingos) que cantaba blues (voz, harmónica y guitarra). El grupo principal era un matrimonio que tocaba folk, blues y jazz. Él tocaba la guitarra y el banjo, ella tocaba la batería, flauta travesera, flauta irlandesa, guitarra, tabla de lavar… un espectáculo. Se llamaban Hat Fitz & Cara Robinson.



Lo dejamos por ahora. Este post nos ha quedado más cortito de lo habitual… ¡Pero con más fotos! La próxima actualización vendrá desde Nueva Zelanda, concretamente (si internet lo permite) desde el Lago Paringa.

Enrique & Marina