sábado, 29 de diciembre de 2012

NADANDO ENTRE DELFINES


La jornada empezó para mí el día 28 de diciembre a las tres de la madrugada. Tenía que estar en Kaikoura a las 05:20 para coger un barco e ir a nadar con delfines. Marina no me acompañó porque se marea mucho en los barcos, cosa que ya le sucedió en la Gran Barrera de Coral en Australia.

Cogí el Honda Civic 16V del año 87 de Bill y Marion y me dirigí hacia Kaikoura por la Highway 1, llena de camiones que iban iluminados como si fueran árboles de Navidad, muy glamurosos.
La empresa con la que tenía contratada la excursión se llama Dolphin Encounter y es la única que tiene licencia para bañarse con delfines, en concreto con los delfines Dusky residentes en Kaikoura. Es una empresa pequeña fundada por un matrimonio que pensó que la experiencia de nadar con delfines es más útil para concienciar a la gente sobre la biodiversidad de los océanos que hacer mil documentales. De este modo cada día hacen tres viajes con 16 personas para nadar con los delfines.
Al llegar a la sede de Dolphin Encounter nos reunieron a todos y nos comentaron que ellos tienen tres niveles de estado de la mar con los cuales salen a navegar: suave, medio y fuerte. En nuestro caso estábamos en nivel muy fuerte (hay un ciclón rondando por Nueva Zelanda desde hace un par de días) así que nos preguntaron si queríamos salir o no. Nos comentaron que con el oleaje que había era muy probable que todos nos mareásemos, no por el rato en el barco sino por el rato nadando. Todos optamos por la opción de hacer como quien oye llover y dijimos que no habíamos madrugado para quedarnos en tierra. Así que nos dieron los trajes de neopreno, la máscara, el tubo y las aletas y nos pasaron un vídeo con recomendaciones de seguridad, la gran mayoría de sentido común.
Nos vestimos con nuestros trajes de piel de foca sintética y nos fuimos directos al embarcadero. No había sueño a pesar de ser las 6 de la mañana, no había frío a pesar de estar a 10 grados, todas las caras eran de ilusión… y algo de miedo, claro. El mar se veía muy agitado y los delfines Dusky son animales salvajes de 2 m de largo y 100 kg de peso, lo que infunde cierto respeto.
En el camino al barco nos explicaron por qué Kaikoura es una de las zonas del planeta con mayor biodiversidad marina. Justo a 500 m de la costa de la Península de Kaikoura se encuentra el Kaikoura Kanyon, que es una de las maravillas de los océanos. Tiene una profundidad de entre 2 y 3 km y en él convergen dos grandes corrientes oceánicas de tal forma que una gran cantidad de nutrientes emergen hacia la superficie del mar. Esto genera la aparición de pequeños crustáceos (Krill) y grandes bancos de peces, que son el alimento del mar. Es por esto que Kaikoura es considerada la capital mundial de las aves marinas y es famosa por sus mamíferos marinos residentes: ballena azul (33 m), cachalotes gigantes (18,5 m), ballenas jorobadas (15 m), delfines, orcas, focas… Allí en medio íbamos a ponernos a nadar nosotros, qué cague.
En fin, salimos en busca de delfines. El barco avanzaba como podía cuando el skipper (el conductor), que es el dueño de la empresa, dijo “wandering albatross”, que en castellano es albatros errante. El albatros errante es el albatros de mayor tamaño de las 14 clases de albatros que existen (es algo mayor que el albatros real que vimos en Dunedin) y que viven en Kaikoura. Tiene una envergadura media de 3,6 m lo que le convierte en el ave con mayor envergadura del mundo. Para hacernos una idea mejor, si utilizamos la nueva unidad de media del sistema internacional, el paugasol (1 pg = 2,16 m), el albatros errante tiene 1,7 pg entre las puntas de las alas. En definitiva: es enorme. Cuatro albatros errantes rodearon el barco volando a ras de agua, y cuando digo a ras de agua quiero decir que parecía que en cualquier momento iba a tocar el mar con la barriga. Esto en un lago es impresionante, pero no tanto como en el mar con olas de casi dos metros. Espectacular. Aquí hacen tours para ver albatros y Marina y yo nos preguntábamos si realmente había gente que pagaba por ir a verlos. Después de esto yo pagaría por hacer un tour sólo para ver albatros.
En estas estábamos que localizamos un grupo de más de 100 delfines que iban desplazándose a gran velocidad. Nos pusimos en su camino y nos dieron orden de ir al agua. El procedimiento no es sencillo ya que el barco no se detiene, sólo reduce la velocidad. Nos sentamos en grupos de ocho en la popa y cuando suena una sirena nos tiramos al agua. Recomiendan hacer ruidos con el tubo para atraer a los delfines, dicen que si no funciona por lo menos los que se quedan en el barco (existe la opción de no nadar, que es más barato) se ríen un poco.
Vamos al agua. Está helada y apenas se ve nada. Las olas no parecían tan altas en el barco. Me pongo en posición neutra, flotando. Voy mirando al fondo pensando que debajo tengo entre 2 y 3 km de abismo, despensa de calamares gigantes para los cachalotes. Esto parece una centrifugadora, ahora entiendo lo que avisaron del mareo. Hago un esfuerzo y me sumerjo, misión complicada ya que el traje de neopreno hace las veces de flotador, pero puedo bajar un par de metros gracias a las aletas. Una vez allí me doy cuenta de que estoy en medio de un inmenso banco de krill (son como gambas de 1 cm). Me vienen a la memoria imágenes de documentales en los que se ve cómo entre atunes, ballenas y demás animales acaban con un banco de krill en cuestión de minutos. Madre mía, dónde me he metido. Una sombra gris pasa por mi lado a gran velocidad. Otra pasa por debajo. ¡Delfines! Pero qué rápido van. Suena la sirena del barco, señal de volver a bordo de inmediato. Tampoco es fácil subir al barco porque las olas son enormes. Al llegar a cubierta ya hay tres personas abrazadas a cubos de vomitar. Una niña llorando porque le ha dado mucho miedo (no la vuelven a dejar ir al agua debido al oleaje) y un par de nadadores que se han dado un golpe con el barco al tratar de subir. Los guías nos comentan que es muy raro que los delfines naden tan rápido. Retomamos la marcha a ver si los delfines se paran. Volvemos a localizar al grupo y repetimos el mismo procedimiento, con idéntico resultado. Ahora hay más personas con cubo. Los guías no paran de repetir que no es normal este comportamiento. El capitán localiza centenares de aves en el agua, en la dirección que seguían los delfines. Suponemos que deben ir a comer. Automáticamente vuelvo a recordar documentales. Yo ahí dentro no nado. Afortunadamente parece que el banquete se está acabando ya que las aves emprenden el vuelo. De repente, sin darnos cuenta, estamos rodeados de delfines, nadando en círculos alrededor del barco. Suena la sirena y vamos todos al agua. Os dejo el vídeo.
Vuelvo al barco. El espectáculo es dantesco. Todo el mundo está muy contento, pero llevamos un mareo encima considerable, por lo que cada uno tenemos un cubo por si acaso.
El capitán informa que ahora nos vamos a estar quietos porque los delfines están empezando a saltar y es espectacular y así la gente que no ha nadado puede hacer fotos. Yo ya no tengo memoria en la tarjeta así que me limito a mirar sin preocuparme de la cámara.
Pasados unos minutos la gente se empieza a acomodar como puede, siempre abrazados a sus cubos. Los guías van uno por uno comentando si nos vemos con fuerzas para una sorpresa. Evidentemente que sí. Nos piden que nos dirijamos a la proa así que los que aún nos tenemos más o menos en pie vamos hacia allá. El capitán informa que en 10 minutos veremos de qué se trata. Hace frío, el cielo se ha encapotado, las olas son cada vez más grandes y estamos mareados, pero cinco valientes aguantamos en la proa del barco. El capitán nos ordena mirar fijamente a estribor: ORCAS.
Estamos navegando al lado de una familia de entre 30 y 40 orcas, mi sueño desde que el Zoo de Barcelona vendió a Ulises. Es mágico. La foto que he puesto no la hice yo (ya no me quedaba memoria), la hizo uno de los guías y me la ha pasado por mail. Nos rodean, pasan por debajo del casco, juegan con la estela del barco… hay ejemplares grandes y crías. De repente, algo rezagado, aparece una aleta que llega hasta donde tenemos los pies, lo que significa casi dos metros de altura. Es el macho. Inmenso.
Por ahora vamos a dejarlo aquí. Esta es la última entrada de 2012. Mañana tenemos el vuelo de vuelta a Melbourne, donde vamos a pasar fin de año. Ya os iremos contando, pero más adelante.
Feliz año nuevo a todos!
Enrique & Marina


martes, 25 de diciembre de 2012

Y YA VAN CINCO MESES SIN JAMÓN




¡Cuántas cosas han pasado desde la última actualización!

Seré breve: no hemos ido a Glenfalloch. En lugar de eso hemos estado una semana con una familia en Heathcote (Christchurch) y dos semanas en Greta Valley, una de las cuales estamos solos a cargo de la casa y animales de la familia (esto es actualmente, hasta el día 30).

En Christchurch hemos estado con la familia Chesney: Tim, Anna y Franklin, que es un bebé de nueve meses muy divertido (ahora es del Barça).



Tim es publicista (autónomo) y Anna es psicóloga, actualmente de excedencia por maternidad, que aquí llega a ser de un año. Ambos vendieron su piso justo el día antes del terremoto que asoló la ciudad en 2011 y unos días después (los precios de la vivienda bajaron considerablemente) compraron una casa medio destruida en el barrio en el que estuvo el epicentro, Heathcote.

Debido a que cuando empezaron los trabajos de reconstrucción Anna estaba embarazada y se acercaba el invierno (julio, agosto) su casa fue de las primeras que los expertos revisaron y arreglaron. Afortunadamente para los ciudadanos de Christchurch toda Nueva Zelanda tiene un seguro antiterremotos, por lo que las reparaciones les salieron gratis a las familias afectadas.

La casa es de madera (son las que mejor resistieron el terremoto) y tienen un buen jardín: huerto, plantas de grosellas, árboles frutales, gallinas y dos cerdos que morirán cuando pesen 50 kg.

Nuestros trabajos fueron sencillos: desbrozar una zona del jardín para poder ampliar el huerto y, lo que gustó especialmente a Marina, recoger ciruelas rojas y grosellas (negras y rojas) para hacer mermeladas y demás potingues.



En cuanto al tiempo libre lo dedicamos a pasear como jubilados por el barrio (es una zona muy tranquila de casas unifamiliares con muchos parques) y también a hacer una excursión. La única excursión posible. De los 20 caminos que recorren las montañas que limitan el valle, sólo hay uno abierto, el de Mount Pleasant.



El camino lleva hasta un puesto militar de la segunda guerra mundial en el que estaban las defensas antiaéreas de Christchurch. Hemos descubierto que en Nueva Zelanda tenían mucho miedo a que los japoneses les atacasen.




Desde este puesto de defensa se puede ver Littleton, un pueblo al otro lado de las montañas que fue destruido completamente en el famoso terremoto de 2011.



También puede verse el estuario del río de Christchurch, que se vacía cada 12 horas dejando un barrizal considerable, donde los nativos del lugar gustan de ir a coger almejas.



Hace una semana nos vinimos a Greta Valley, con Bill y Marion, que viven en una casa aislada en el valle, justo al lado de una granja de ciervos. Bill trabaja en la reconstrucción de Christchurch y hace unos días recibió una carta en la que su empresa se congratulaba de haber arreglado 30000 casas en el año 2012, casi nada. Marion trabaja para el DOC (departamento de conservación de Nueva Zelanda) como agente de campo en toda la isla sur junto con su perra Fern (Helecho en inglés), una pointer.



Los trabajos que hacemos por aquí son bastante variados. Tenemos que ayudar a replantar plantas nativas de la zona que están en peligro, acumular madera para el invierno… y ahora que estamos solos tenemos que cuidar de las dos vacas, las 14 gallinas, los 7 pollitos adolescentes, las plantas en general y de los conejos: tenemos una escopeta Gamo (sí, de las que se fabrican en Sant Feliu) con mira telescópica destinada a reducir la población de conejos.

Esto de estar solos cuidando de la casa es habitual en Nueva Zelanda, se llama housesitting. Básicamente las familias que tienen animales y/o plantas y quieren irse de vacaciones lo que hacen es dejarte su casa (con coche y comida) a cambio de que la cuides. Para nosotros son como unas vacaciones de las vacaciones.

Marina se lo está pasando pipa: ha hecho pasta (con 14 gallinas tenemos un montón de huevos, que para ella son como regalitos), pan, galletas de varios tipos…




Ahora toca hablar de la Navidad. Una duda que estoy seguro que todo el mundo tiene. ¿Qué villancicos cantan? Porque aquí es verano. Pues cantan los mismos villancicos, lo que es bastante curioso ya que puedes ver a gente cantando “Blanca Navidad” en traje de baño bajo un sol de justicia.

Otra duda que todos tenemos, ¿Ponen árbol de Navidad? Sí, abetos directamente cortados de la montaña. De hecho hay gente que corta abetos (o ramas de abetos) los deja al lado de la carretera con un cartel en el que pone “8 dólares” y una cajita para que dejes el dinero, ya pasarán a buscar la recaudación después de Navidad. Esto es impensable en España.



Nosotros fuimos a los alrededores de la casa con un serrucho y nos trajimos un abeto algo raquítico, pero que es nuestro árbol de Navidad veraniega.



De momento no tenemos más aventuras en el Greta Valley, un día de estos cogeremos el coche y nos iremos a Kaikoura, a ver si vemos alguna ballena, delfín o sirena.

El terremoto de Christchurch: lo que nos han contado y hemos investigado

El 22 de febrero de 2011 tuvo lugar un terremoto de 6,3 grados en la escala de Richter (intensidad MM X+ según la escala modificada de Mercalli) en la región de Canterbury, cuyo epicentro se localizó prácticamente en el centro de Christchurch, la segunda ciudad más poblada de Nueva Zelanda, y a escasos 5 km de profundidad.

Durante la primera semana posterior al terremoto se sucedieron más de 361 réplicas, la mayor de 5,9 grados de magnitud. El terremoto duró 12 segundos.

Las consecuencias de este terremoto fueron fatales para la ciudad, que quedó destruida casi por completo (80 % de las infraestructuras destruidas). Para hacernos una idea, hubo una licuefacción de 200.000 toneladas de suelo (tamaño de grano entre arcilla y limo) que, evidentemente afectó a los cimientos de muchos edificios.

En cuanto a víctimas mortales, murieron 185 personas de 20 nacionalidades distintas ya que uno de los edificios que se derrumbó era un centro comercial (estilo L’Illa) con una escuela de idiomas en uno de los pisos superiores.



Meses antes (4 de septiembre de 2010) habían tenido otro terremoto de magnitud 7,1 que únicamente había ocasionado daños materiales, pero no tantos como el de 2011. ¿Cuál es la diferencia?

La diferencia la representa un concepto conocido como Peak Ground Acceleration (PGA) que, en cristiano, mide la aceleración con la que se desplaza el terreno. En el caso del terremoto de febrero de 2011 la PGA fue de 1,8 G en sentido vertical de media, lo que significa 1,8 veces la aceleración de la gravedad, y 1,7 G en sentido horizontal. El punto con mayor PGA fue la escuela primaria de Heathcote Valley, que se encuentra a unos 200 metros de la casa en la que hemos estado alojados durante una semana, y que alcanzó un valor de 2,2 G en sentido vertical ascendente y 0,9 G en sentido descendente(por aquí cuentan que más de uno voló aquel día). Estos valores de PGA son de los más elevados que se han dado en el mundo (desde que se miden estos parámetros); en el terremoto de Haití de 2010 la PGA no superó las 0,5 G.

Por lo que cuentan los expertos del ayuntamiento de Christchurch, para que los edificios tengan posibilidades de resistir estos valores habría que diseñarlos atendiendo a un terremoto de periodo de retorno de 2.500 años, mientras que la normativa actual marca 500 años, y la que había hasta los años 70 marcaba 50 años.

Las consecuencias materiales, por lo tanto, fueron desastrosas: de los 220 edificios de más de 5 plantas de Christchurch, 110 se derrumbaron total o parcialmente a causa del terremoto. De los 4.000 edificios del centro de la ciudad, 1.000 han tenido que ser derrumbados y otros 1.000 van a serlo en los próximos meses. En cuanto a viviendas, se perdieron más de 10.000 y muchas de ellas no se podrán volver a construir en su emplazamiento original debido a la licuefacción del terreno. Más de 100.000 viviendas están pendientes de demolición o reparación. En lo que respecta a edificios históricos (aquí histórico quiere decir de 200 años) no quedan.

El terremoto de Christchurch: lo que hemos visto

La verdad es que por el centro de Christchurch hemos pasado poco, entre otras cosas porque está acordonado. Se llama la “zona roja” y es bastante apocalíptica: las marquesinas de publicidad siguen anunciando eventos de febrero y marzo de 2011.



En la zona roja está prohibido entrar a menos que seas un trabajador de la reconstrucción de la ciudad o que participes en un tour turístico algo cínico organizado por el ayuntamiento, previo pago, evidentemente (si pagas automáticamente una armadura de acero inoxidable cubre tu cuerpo protegiéndote de los posibles accidentes que le pueda suceder a la gente que quiera entrar “de gratis”).

Lo más turístico actualmente de la ciudad de Christchurch es el centro comercial “Re:Start”, situado donde estaba el centro comercial que se derrumbó en el terremoto, que está hecho con contenedores de mercancías (2 TEU). La verdad es que dicho así suena deprimente.



Cuando la familia con la que estábamos en Christchurch nos dijo que fuésemos a verlo nos imaginamos algo parecido al mercado de Kingsbridge (ciudad ficticia de “Los Pilares de la Tierra”) después de que Lord Hamleigh pasara por ahí con sus caballos. Nada más lejos de la realidad.



Los contenedores están colocados con mucho estilo y están pintados y decorados con los logos de las tiendas. Los pasillos que los comunican están asfaltados, tienen árboles, fuentes, música en directo e incluso un tranvía circula de vez en cuando. Lo que debió empezar como una solución provisional se ha convertido en un referente de diseño y comodidad, qué cosas. Por tener, tienen incluso un poste con herramientas para acondicionarte la bicicleta (llaves allen, inglesas, bomba de aire…), y no las roban, esto es otro mundo.



La verdad es que en Christchurch han sabido sacarle partido a los contenedores. La zona de Redcliffs (colinas rojas) está formada por montañas que quedaron siniestro total. Bordeando las colinas discurre la carretera que comunica el centro de la ciudad con el suburbio de Sumner, que es la zona de ricos en dinero.



El riesgo de derrumbes, desprendimiento de rocas, etc. es tan grande que, en lugar de poner vallas y señales lo que han puesto son contenedores con bloques de hormigón dentro a lo largo del arcén de la carretera. Queda un poco grotesco pero da sensación de seguridad y funciona.

Durante nuestra estancia en Christchurch tuvimos la oportunidad de vivir un terremoto pequeñito. Estábamos colocado unos libros en una estantería. Durante unos 3 o 4 segundos pareció que el metro estaba pasando justo debajo de la casa (aquí no hay metro). Nada más, pero impresionó.



Esto es todo por ahora. Marina y yo os deseamos a todos feliz Navidad y nos despedimos hasta la próxima actualización, que si la pereza no es muy grande, será antes de 2013.

Enrique & Marina

jueves, 13 de diciembre de 2012

DOS SORPRESAS EN NUESTRO CAMINO A CHRISTCHURCH




Cuando planeamos nuestra estancia en la isla sur de Nueva Zelanda nos encontramos con que la distancia entre las dos últimas etapas del viaje era de casi mil quilómetros. Nos pareció una burrada así que decidimos buscar una familia a medio camino, en Dunedin (se pronuncia Danéiden, para los curiosos), que es la capital de la región de Otago.

Un pequeño inciso: después de releer el primer párrafo me pregunto por qué las islas de Nueva Zelanda no tienen nombre. Siempre se refieren a ellas como “North Island” o “South Island” a lo que hay que añadirle “of New Zealand” en caso de estar hablando con gente no-kiwi. La verdad es que aquí no se esmeran mucho en el tema de los nombres (la región del sur de la isla sur se llama “Southland”, la región que comprende los fiordos del suroeste se llama “Fiordland”, la región del oeste “West Coast”…) pero podrían haber pensado algo mejor para distinguir sus islas. ¿Os imagináis cómo sería esto en Baleares? “Me voy a Ibiza, que es la capital de la segunda isla suroeste del archipiélago.”

Primera sorpresa: Los Catlins

La zona costera situada entre Dunedin e Invercargil (pueblo importante al lado de Riverton) se conoce como Catlins. A grandes rasgos es algo así como la Costa Brava a la escocesa, en referencia a los acantilados, no a los borrachos, en tal caso habría dicho la Costa Brava a secas.



La carretera que atraviesa la zona de los Catlins tiene grandes tramos sin asfaltar, la señalización es realmente mala y tiene tal nivel de subidas y bajadas que llegamos a sufrir por el coche. “Más vale que valga la pena ir por aquí” nos dijimos al comenzar, mirando con semblante amenazador a la Lonely Planet.

Primera parada: Waipapa Point



En nuestra guía obligan a pararse aquí porque hay un faro muy bonito construido en 1884, tres años después de un naufragio donde murieron 131 personas. La verdad es que el faro es como cualquier otro faro, no tiene misterios. ¿Fiasco?



Igual sólo el ojo experto entrenado sin descanso viendo documentales de “La 2” después de comer puede apreciar de un simple vistazo lo que está mirando Marina. Lo pondremos más fácil con otra foto, algo más explícita.



Un león marino de Nueva Zelanda, especie endémica de por aquí, con su cría descansando en la playa que está al lado del faro. Los leones marinos de Nueva Zelanda son una especie única de león marino de la que se calcula hay unos quince mil ejemplares. En comparación con los leones marinos que vi en California en 2009, son casi el triple de grandes. No tuvimos miedo.

Segunda parada: Slope Point

Aquí dicen que hay que pararse porque hay una señal de foto obligada. Pues nada, nos preparamos para enfrentarnos a hordas de turistas con cámaras de fotos sobredimensionadas para su capacidad artística y nos dirigimos a hacer fotos a Slope Point.  



Parece ser que este es el verdadero punto más al sur de la isla sur de Nueva Zelanda. Entonces, ¿Qué estuvimos haciendo en Bluff? ¿El primo? Por supuesto que no. Bluff es la población más al sur de la isla sur de Nueva Zelanda. De todas formas Slope Point gana a Bluff porque “punto” es más genérico que “población”, luego Slope Point está más al sur que la población situada más al sur de la isla sur de Nueva Zelanda. ¿Qué se siente estando tan al sur? No es fácil explicarlo. Estando en el hemisferio sur ya tiene uno la sensación de estar algo colgado por los pies (gracias gravedad por no dejarnos caer) pero estando al sur del sur la sensación es de un misticismo de tal magnitud que tenemos la sensación de que en breves vamos a recibir una carta de Hogwarts invitándonos a hacer la matrícula del curso que viene.



Tercera parada: Curio Bay (Bahía de los curiosos)

Curio Bay es una bahía bonita, sin más. Pero tiene truco: la marea baja descubre un bosque petrificado desde hace 170 millones de años.



Se pueden ver tocones y troncos de varios metros caídos en el suelo. La madera se fosilizó transformándose en roca a causa de unas inundaciones en las que el agua lavó la ceniza depositada en las laderas de volcanes cercanos creando torrentes de agua, barro y ceniza. La ceniza era rica en silíceo, que impregnó la madera de los árboles transformándolos en roca en cuestión de meses.



Pero esto no es lo bueno de Curio Bay, al fin y al cabo un bosque fosilizado de hace 170 millones de años no dejan de ser “piedras viejas”. Lo interesante es que los lindes del bosque son zona de nidificación del pingüino ojigualdo (pingüino de ojo amarillo), pingüino únicamente presente en Nueva Zelanda.

Dicen de él que es muy tímido y asustadizo, que es difícil de ver durante el día y que si ve gente no va hacia el nido. Pues supongo que todo esto será verdad así que me imagino que nosotros debimos toparnos con el Cristiano Ronaldo de los pingüinos ya que se estuvo más de media hora posando ante nosotros.




Cuarta parada: Nugget Point



Otro faro. Lo interesante es el camino para llegar hasta él: un caminito estrecho con acantilados de más de cien metros a ambos lados. En un lado una colonia de leones marinos y en el otro una colonia de elefantes marinos. Tenemos fotos pero con muy poco zoom y cuesta ver a los animalitos, así que no las ponemos.

Las vistas, impresionantes.





Segunda sorpresa: Dunedin

En Dunedin estuvimos con Sarndra (léase Sandra), una señora de entre sesenta y setenta años que viaja haciendo helpex, igual que nosotros, pero con algunos años más. Toda su vida ha sido costurera, primero confeccionando trajes de caballero y luego siendo diseñadora y propietaria de su propia tienda. Igual que la Merche de Cuéntame, vamos. Entre tanto se ha dedicado a ganar concursos internacionales de poesía y a aprender jardinería y paisajismo y madre mía lo que sabe.

Esta era nuestra primera familia en una ciudad propiamente dicha y la verdad es que nos lo planteábamos como un impass entre familias. Nada más llegar a casa de Sarndra pasamos al comedor, que está justo encima de nuestra habitación, y… menudas vistas.



El trabajo que nos tocó hacer fue básicamente ayudar a Sarndra con el jardín y arreglar un drenaje, por lo que nos sentimos ingenieros por un día, que de vez en cuando sienta bien.





Por Dunedin se entra a la Península de Otago, que viene a ser algo así como una cosa muy chula.





Nos fuimos al Royal albatros Centre, situado en el extremo de la península, que es un centro de investigación que han abierto al lado de la única colonia de albatros real del mundo en tierra firme. Anidan unas 14 parejas de albatros y un montón de gaviotas y cormoranes. El albatros real es el segundo albatros más grande del mundo, con una envergadura de hasta 3,5 metros, lo que es más que Pau Gasol con los brazos levantados. Nosotros vimos dos albatros volando alrededor de un barco lleno de turistas que se acercó a la colonia.



Hacía tanto viento que costaba caminar. Las gaviotas más atrevidas levantaban el vuelo y se quedaban como suspendidas sin mover las alas, muy bonito.




Y al volver a casa, un regalito.



En cuanto a la ciudad, la verdad es que no está mal. Tienen el edificio más fotografiado de Nueva Zelanda, que es la estación de trenes (Estilo Eduardiano, construida en 1906). Nosotros hemos contribuido con un par de fotos, esta es la más bonita.



De todas formas lo más interesante que hemos hecho en la ciudad ha sido visitar la fábrica de chocolate Cadbury. La marca es de origen inglés (Nueva Zelanda es de la Commonwealth) pero la fábrica de Dunedin era originalmente una fábrica de chocolate de una familia local, que la vendieron a Cadbury en los años 20.



Ahí pudimos ver cómo fabrican los distintos tipos de chocolates Cadbury y, lo mejor de todo, una cascada de chocolate: 1 tonelada de chocolate en 30 segundos, en una caída de más de 10 metros. Toma ya. Evidentemente durante la visita vas probando lo que fabrican. 

No hay fotos del tour porque en Nueva Zelanda está prohibido entrar a una fábrica o centro donde se procesen alimentos con elementos que contengan piezas de cristal (nos tuvimos que quitar las joyas y los relojes también).



Al loro con la foto del mapa, que tiene Australia y Nueva Zelanda en el centro.

Otra cosa interesante que tiene Dunedin es Baldwin Street, la calle residencial más empinada del mundo, con una rampa del 35 %. En la foto no se aprecia mucho, pero realmente es muy empinada.



Nos gustaría acabar la actualización con una anécdota. En Nueva Zelanda están muy orgullosos del respeto que tienen por los Maoríes, al contrario de lo que sucede en Australia con los Aborígenes. Mucha gente explica que es porque en Nueva Zelanda el imperio Británico puso a prueba la colonización pacífica mediante pactos. Muy bonito. Nosotros hemos indagado mínimamente (es cuestión de preguntar más) y hemos averiguado la verdad: los ingleses llegaron a Nueva Zelanda con la misma actitud que a Australia (igual que los Conquistadores Españoles a América) pero aquí se encontraron con que los Maoríes, además de enormes, tenían una táctica de guerra muy buena: las trincheras. ¿Resultado? Los ingleses colonizaron mediante pactos porque durante 30 años (1845-1872) lo único que hicieron fue morir a manos de los maoríes. Como contrapartida exportaron las trincheras a la primera guerra mundial.

Pues esto es todo por hoy desde Christchurch, donde estamos desde el lunes. Ya os contaremos qué tal en la próxima actualización.

Enrique & Marina